06 febrero 2008

[personalia 2008]

Mi nombre completo es Avinguda Catalunya 13, 1º B. A mí y a toda mi familia, un edificio de cinco plantas con dos pisos por planta, nos contruyeron hace ya 56 años. Aún así, no somos de ésos que ya con esa edad empiezan con aluminosis, desprendimientos y problemas estructurales del estilo: hace cosa de cinco años hubo una restauración integral que nos dejó a todos como nuevos.
Hoy, 25 de enero de 2008, salgo a la calle. Agarro mis paredes, mis tabiques y mi suelo parket, y salgo a la calle. Es costumbre en nuestra tradición el hacerlo de vez en cuando, a veces más a menudo, a veces menos. Esta vez he tenido suerte, pues a cuatro manzanas de dónde resido voy a encontrar exactamente lo que estoy buscando.
Cuando llego, encuentro una larga y consistente cola en la entrada. Espero con paciencia. Hemos venido muchos, y todos hemos venido a lo mismo. Cuando es mi turno, el vigilante, un viejo caserón rústico de simple apodo Mas Molla, me pide la identificación. Lo normal es que con dar el nombre completo baste, aunque a veces hay que especificar la localidad, por eso de que hay calles que coinciden en varias ciudades, y pueblos.
Una vez dentro, echo un rápido vistazo. La feria ha sido montada dentro de un viejo pabellón de baloncesto, y el aspecto del ambiente es igual al de un salón del automóvil, o de muebles, o de empresas. Una infinidad de stands llenan el espacio y un gran cartel luminoso preside el recinto colgando por encima de todo el evento. En grandes letras puede leerse: “Personalia 2008. Encuentre su persona ideal ”.
El espacio está dividido en zonas que se corresponden con las características de los productos. Hay sección de hombres, de mujeres, hay divisiones por la edad, el poder adquisitivo, la raza, las tendencias sexuales… y los azafatos, la mayoría esbeltos chalets de urbanización o imponentes apartamentos de playa, enseñan a los visitantes las personas de que disponen, a veces presentes en el interior mismo del stand, a veces recogidos en fotografías dentro de extensos catálogos.
Hay ofertas tanto de personas individuales como de grupos, bien en familias, en parejas, amigos, compañeros de piso, de trabajo, estudiantes... Como siempre he sido sensible al exceso de ruido humano y sus corrientes energéticas rechazo este tipo de packs y me decanto por echar un vistazo a las ofertas de una sola persona.
Tal vez por afinidad con la distribución geométrica de mi arquitectura, o tal vez por la manera en que recibo la luz a diario, decido dirigirme a la sección de mujeres. Ahí, una de las azafatas, una ostentosa casa modernísima de nombre Paseo Marítimo 3, capta mi disponibilidad y me enseña varias mujeres.
Me enseña solteras, casadas, divorciadas, viudas, jóvenes, ancianas, y aunque todas parecen tener algo que las hace especiales, el miedo a equivocarme hace que desconfíe de todas sus aparentes cualidades.
Sin embargo en cierto momento dejo de prestar atención a sus catálogos y no puedo ignorar una presencia humana en un par de stands a mi izquierda. Nadie parece haberse fijado, pero cuándo yo lo hago, siento cómo mis persianas vibran levemente, mi suelo se ondea en finas rayas, y mis paredes se hinchan como inspirando con fuerza. Pienso, emociones como ésta sólo suceden muy pocas veces en la vida de un modesto piso casi céntrico como yo, así que sin pensarlo, me dirijo hacia ella.
Se llama Julia: le gusta ponerse en el café con leche una cucharada de miel, y va en bicicleta. En el momento en que la dejo entrar en mí por eso de probármela antes de dejarme llevar por demasiada impulsividad, puedo sentir como mi puerta sonríe con firmeza, mis techos asienten nerviosos, y mis ventanas brillan como cristales iluminados.
No me quedan pues dudas. Firmo los papeles. Me llevo a Julia. Paseo Marítimo 3 me estrecha la mano, y Julia y yo salimos al exterior. Mientras lo hacemos, ella me cuenta sobre los muebles que va a comprar, y yo le explico cómo son nuestros vecinos. Afuera, el sol se inclina invitando al suave recogimiento, y el ruido de los coches parece otra nube de las del cielo.

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