06 febrero 2008

[una dirección fija]

En una dirección fija -por ejemplo, una autopista-, leves curvas, ciento veinte por hora y mucha niebla. Muchísima niebla. Les da la sensación de estar a punto de atravesar el infinito, de alcanzar el más allá, de tocar el punto donde se cruzan el aquí con el ahora, el lugar que no existe, el puro limbo, el mismo big bang, el enclave mágico que hace posible la definición de límite. Les parece que van a empezar a levitar, a tomar altura hasta divisar lo indivisable y lo indivisible, que van a desaparecer entre humaredas hechas de polvos de mil dioses y mil diosas, entre la red de dígitos que numera el tiempo. Creen que al otro lado está el paraíso, el infierno y todos los espacios; sueñan despiertos un sueño de motas de cielo, de gotas de agua que hierve suspendida ante sus ojos; imaginan entender de qué está hecho todo, no se dicen nada, sólo miran y sólo ven y sólo sienten y también intuyen y concluyen que es real, que es así, que no podía ser de otra manera: que esa niebla está ahí y ha estado ahí esperándoles como el amor espera a sus víctimas; y no se dicen nada, sólo respiran y sus corazones laten y sus sangres circulan lentas, exhaustivas y precisas: enfrente suyo el mar remoto tan cercano, el aire hecho partícula y la partícula hecha trizas convertida en tumulto, en caos, en ritmo ingrávido; y ellos a punto de cruzarla, ya casi dentro, convertidos en calor, en frío, en carencia de temperatura: y ven, no se tocan, no se miran pero ven, y ya están ahí: trascienden y transmutan, son dueños del aire, hijos y padres del mundo, de la tierra; tan privilegiados, tan afortunados y conscientes, tan serenos que no se dicen nada mientras cruzan la niebla, mientras están en la niebla, mientras son la niebla durante esos pocos segundos -porción infinitésima del gran discurso cósmico, longitud exacta de momento y lugar, de futuro y presente y de presente y pasado-; y siguen sin decirse nada, no se dicen nada: para qué iban a decirse nada si ya no hay niebla, si ya toman otra curva leve, en la autopista, a ciento veinte por hora, en una dirección fija.

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