10 febrero 2012

[dramatización de un deseo]

En tus ojos habita una fuente de luz. Cuando estás de espaldas o escuchas silencios, su brillo es tenue, casi imperceptible. Pero yo sé que está ahí: dentro del nido de tus alientos, permanece latente, discreta, a la espera de resplandecer. Y es cuando me miras directamente -y tus pupilas vibran de energía- que su fulgor crece, se expande, y estalla como un volcán en erupción lumínica. Es muy difícil resistirse: parece que te atrapa, que te absorbe, que te fulmina. Y el dolor -la ansiedad de su posesión- es insoportable.

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