Anna, Xavi y
Josep solían quedar en el antiguo bar de Josep para tocar música
juntos. Ensayaban versiones de temas antiguos por el simple placer de
sentirse músicos por un rato y en los descansos, charlaban sobre
temas livianos mientras bebían cerveza y comían tortilla o frutos
secos. Eran reuniones informales en que la música les evadía un
poco de la rutina de los meses.
Pero ese
día, en una de las pausas, sucedió que Anna y Xavi quedaron
atrapados en la absurda sucesión de turnarse consecutivamente para
entrar en los baños del local de Josep. Como si jugasen al imposible
de perseguirse en los dos únicos compartimentos de una puerta
giratoria, primero entraba ella, y cuando salía, entonces entraba
él, y cuando él salía, después ella entraba otra vez, y después
otra vez él, y después ella otra vez, y así tantas y tantas veces,
muchas veces, tantas como duraron las dos conversaciones que Josep
tuvo que mantener alternativamente: la conversación con Xavi
mientras Anna estaba en el baño, y la conversación con Anna
mientras era Xavi, quien estaba en el baño.
Ninguno de
los tres era consciente del bizarro guión que protagonizaban, ni
tampoco se extrañaron de verse envueltos en aquella doble
conversación entrecortada. Como en una progresión natural desde el
anterior tema que habían estado practicando (una versión en piano,
bajo y batería al compás de un tres por cuatro), Anna, Xavi y Josep
creyeron que aún estaban ensayando, y se dejaron llevar por la
hipnosis de mantener activas aquellas dos conversaciones
yuxtapuestas.
Josep era
quién lo tenía más difícil: charlaba con Anna, e inmediatamente
después, con Xavi. Y debía retomar el hilo de la conversación
anterior sin perder el de la siguiente. En cambio Anna y Xavi solo
mantenían una conversación, y además, disponían de un tiempo (el
que pasaban dentro del baño) del que no disponía Josep. Pero las
paredes del antiguo bar de Josep eran estrechas, y mientras Anna y
Xavi estaban en el baño, escuchaban perfectamente la conversación
del otro con Josep, así que, a pesar de la triangulación del
diálogo, los tres fueron capaces de captar el sentido de una
conversación global.
La canción
era “Berlín”, en su versión acústica de Coque Malla y Leonor
Watling, y cuando aquella extraña pausa terminó, y volvieron a
tocarla, ninguno de los tres se dio cuenta que, Anna, en lugar de
cantar la letra de la canción, usó exactamente todas las frases que
habían compuesto aquella conversación a tres bandas, sin que
ninguno de los tres se percatarse que coincidían perfectamente en
cantidad, en número de sílabas y en armonía.
1 comentario:
a veces las cosas cuadran, aunque tú no hagas nada...
(o será precisamente porque no tratas de hacer nada?)
p.d. el vídeo promete (maldita conexión que no deja cargarlo bien aarrgggg :S )
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