16 junio 2013

[Oda a la AP7]

El puente de asfalto entre mis vidas espejo es la autopista AP7. Sus tres grandes tramos, sus tres largos brazos de gomas grises y manchas blancas, son las tres fases de una transición de canciones, cigarrillos, ventanas bajadas y vecinos con prisa. En dirección sur, primero Girona, los bosques extensos, latentes, como en permanente alerta, el bandido del norte esperando en verano al turista de costa. Después la crudeza del perímetro de Barcelona, los polígonos industriales, los camiones lentísimos y furiosos, despiadados, con la voz ronca y tatuajes de animales en las sienes. Y por último Tarragona, el quejido seco de la hormiga en el campo, las rocas terribles incrustadas en la tierra, el último peaje, la playa rasa y larguísima como la brisa. Minúsculo, ridículo, me monto en la alfombra de ruedas y dejo que se me ocurran frases, resúmenes, conjeturas que nunca me sirven para nada que no sea práctico, matemático, inútil. Algún día ha nacido un poema, otro una filia y otros la nada más pura, más cierta. Y en las grandes ocasiones, lágrimas de drama, o de comedia, o de fotografía gruesa enmarcada en el pasillo de alguna de las casas donde aún me quedan espejos.

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